lunes, 16 de abril de 2012

CRÓNICAS MESTIZAS; Guchachi

ZyanyaM

Como la lengua, como la vida,
toda sangre es espléndidamente mestiza.       
Sólo la muerte es pura.
César Vallejo 
Mujer con Iguanas, Raúl Anguiano, 1956 óleo sobre tela


Para Arturo y su generosidad,
para los Orozco y los Santomé 
por los regalos invisibles


CRÓNICAS MESTIZAS; GUCHACHI

Estoy convencida que a los seres humanos, independientemente del color y la cultura, nos mueven las mismas pasiones y las mismas búsquedas.  Somos tan parecidos los unos de los otros, aunque no lo creamos.  Quizás por eso no me sorprende encontrar aquí o allá, al norte de África, al sur del río Suchiate o en el Istmo de Tehuantepec las mismas historias, las sonrisas y los dolores repetidos al infinito.  Sin embargo, a diferencia de Kant que jamás necesitó salir de su Könisberg querido y silencioso; mis ojos, mis oídos y mis pies exigen movimiento para refundar mi cuerpo y poder percibir el mundo con mayor alegría y fuerza; las únicas dos cosas que necesito para sobrevivir los días; la únicas dos cosas que a veces no encuentro.
Fue esta y no otra razón la que dirigió mis días hacia el Istmo de Tehuantepec; buscaba, como siempre que viajo, alegría y fuerza en los usos y costumbres de los otros.  Así fue como llegamos a la tercera ciudad más poblada de Oaxaca, Juchitán de Zaragoza, un miércoles santo y 2012 y, ahí directito, nos fuimos a casa de Don Aquiles, mi Virgilio en el paraíso itsmeño. 
La casa de Don Aquiles está cerca del panteón Gheguigo también conocido como “Miércoles santo”, lo que nos fue muy conveniente para iniciar el viaje pues dentro de las tradiciones importantes de Juchitán están las fiestas de los dos panteones; la celebrada el domingo de Ramos en el panteón de Juchitán y la del miércoles en el Gueguigo. 
-¿Ya comieron?, preguntó ese hombre de mirada límpida y pícara sonrisa.  Y más tardó en decirlo que en mover la mesa, arrimar las sillas y ofrecer tamales de iguana con huevo, queso fresco hecho por él y Regañadas, campechanas que hornean sólo durante los días de Pascua.  -Aquí hay más, nos insistía.  -Sólo hoy, repetía alegre, porque ya nos las comimos todas y, la autoridad, sólo nos deja cocinarlas en estos días que hay fiesta en el panteón.  Así es acá, sonreía mientras su piel morena, aún joven, delataba con arrugas su alegría por la vida; los pliegues se dibujaban alrededor de los ojos y la boca, todos hacia arriba.  -¿Quieren más?  Agarren, aquí hay, con confianza.  Bueno ¿verdad? preguntaba afirmando este campesino de 76 años y pies terruños.  -Hay una señora en el mercado, continuó, que las hace todo el año.  Las pide uno en caldo, pero te dan un trocito así pequeñito, nos mostró con los dedos, porque ya no hay, y es que es muy sabrosa.  ¿Verdad que es sabrosa la iguana negra?  Ella las tiene que importar de Chiapas, y dicen que las tiene en su casa amarradas y en jaulas-.
Nosotros, hambrientos y silenciosos, devorábamos el tamal de iguana negra con huevo, mientras escuchábamos deleitados las historias de don Aquiles quien nos explicaba todo acerca de Guchachi, la iguana, uno de los platillos más emblemáticos y tradicionales de Juchitán.  No es casual que la imagen que representa la ciudad, en las señales de tránsito, sea una foto de Graciela Iturbide de 1979, “Nuestra señora de las iguanas”.

Graciela Iturbe, Nuestra señora de las Iguanas, 1979
En la región se conocen dos tipos de Guchachi, las negras y las verdes; la primera es endémica sólo se multiplica en el istmo, la segunda pulula en todo el país.  Aunque la Iguana (de agua, de tierra, asada, frita, en caldo o en tamal), es un platillo común en diferentes regiones de México como los amuzgos, los coras o los huicholes que también la consumen durante las fiestas; la Guchachi guiña, iguana frita, es para los juchitecos, como para ningún otro pueblo, el sabor de su identidad.  No me extraña, la carne de Iguana es sabrosa, suave y perfumada, tan sabrosa que ya se la acabaron, a pesar de los criaderos y del iguanario en la ciudad que suelta centenares de iguanas cada año en libertad.  Pero este pequeño lagarto herbívoro, con ganas de extinguirse, es fácil de cazar y es hasta cierto punto manso para confinarlo en casa.  Cuentan que los Huaves, la gente del mar asentada en la costa del Istmo, les cose la boca y las mantiene vivas hasta el día de su preparación.  En el caso de la gente nube, los ben´zaa o binni záa, los zapotecos como los denominaron los nahuas, cuando por falta de trabajo migran a la pizca del tomate en Sinaloa, se asombran de que la gente prefiera comprar pollo a cazar las iguanas que deambulan cerca de los campos.  Si migraron con toda la familia los hombres y los niños cazan las iguanas y le piden a las mujeres que las cocinen en caldo o tamales con salsa de semilla de calabaza asada, mezclada con guajillo, jitomate y un poco de achiote.

También pienso que se deben abrirse las fronteras para el libre tránsito de los seres humanos, tal como circulan las mercancías y los capitales.  Pues estoy convencida que somos de todas partes, que el origen es hacia donde vamos y no de donde venimos, y que sólo es perfecto aquel para quien el mundo entero, amado y asombroso, es como un país extranjero.
 Zyanya Mariana


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