jueves, 25 de abril de 2024

3. Jonathan Ben-Menachem/ Soy un estudiante judío en Columbia. No creas lo que te dicen sobre el “antisemitismo universitario”: PENSAR, REPENSAR Y DISENTIR EN TIEMPOS DE GAZA BOMBARDEADA

 

Publicado originalmente en Zeteo
el 23/04/2024
Versión al Español: Zyanya Mariana)


Jonathan Ben-Menachem*
Soy un estudiante judío en la universidad de Columbia. No crean lo que se les dice acerca del “antisemitismo universitario”



“Reprochable y peligroso”. "Simpatizantes terroristas".
“No es el Berlín de 1938.
Estamos en el 2024, en la Universidad de Columbia, Nueva York”.



La Casa Blanca, los Republicanos del Congreso y los presentadores de noticias quieren hacernos creer que el campus de la Universidad de Columbia se ha convertido en un foco de violencia antisemita, pero la realidad es muy diferente. Como estudiante judío en Columbia, me deprime tener que corregir el apunte y explicar cuál es el verdadero riesgo a nuestra seguridad. Todavía no puedo creer cómo los acontecimientos en el campus de los últimos días han sido tergiversados, cínica e histéricamente, por los medios de comunicación y por nuestros representantes electos.

La semana pasada, la coalición Apartheid Divest (CUAD) de la Universidad de Columbia, grupo que representa a más de 100 organizaciones estudiantiles, incluidos grupos judíos, organizó el Campamento de Solidaridad con Gaza, una protesta universitaria pacífica en solidaridad con Palestina. CUAD se reactivó este año, después de que la universidad suspendiera a los grupos Estudiantes por la Justicia en Palestina y Voz Judía por la Paz el otoño pasado. En la mañana del miércoles, cientos de estudiantes acamparon en el jardín sur de la universidad de Columbia. Prometieron quedarse hasta que la universidad finalizara contratos e inversiones con empresas beneficiadas por sus vínculos con Israel. Los manifestantes oraron, cantaron, comieron pizza y condenaron la complicidad de la universidad en los ataques de Israel a Gaza. Hubo contra-manifestantes que ondearon banderas israelíes cerca del campamento, sin embargo, desde mi punto de vista, el campus permaneció en calma.

La universidad de Columbia respondió imponiendo un estado policial en miniatura. Un día después de que se formara el campamento, el presidente de la universidad, Minouche Shafik, pidió y autorizó la entrada, del Departamento de Policía de Nueva York, para despejar el césped y subir a 108 estudiantes –entre ellos varios estudiantes judíos– a autobuses del Departamento Correccional que los retendrían en la sede del Departamento de Policía de Nueva York. Una estudiante judía me dijo que ella y sus compañeros manifestantes fueron esposados con bridas durante ocho horas y retenidos en celdas donde compartían un baño sin privacidad. El jefe de patrulla del Departamento de Policía de Nueva York, John Chell, dijo más tarde al periódico de la universidad de Columbia, Columbia daily Spectator que “los estudiantes que fueron arrestados eran pacíficos, no ofrecieron resistencia alguna y decían lo que querían decir de manera pacífica”.

Desde entonces, decenas de estudiantes universitarios han sido expulsados de sus dormitorios sin previo aviso. Barnard College, una filial de Columbia, sólo les dio 15 minutos a los estudiantes para recuperar sus pertenencias, después de regresar de la celda se encontraron desalojados.

Los estudiantes suspendidos no pueden regresar al campus y están teniendo dificultades para acceder a alimentos y/o atención médica. Los estudiantes que siguen el Shabat y no usan dispositivos electrónicos en sábado, se vieron obligados a depender de la tecnología para obtener alimentos y alojamiento de emergencia. Esta represión fue la mayor violencia infligida a nuestro alumnado en décadas. Les imploro, como lo hace nuestro capítulode Voz Judía por la Paz, que reconsideren si el arresto de estudiantes judíos nos mantiene a nosotros y a Columbia a salvo.

Las difamaciones de la prensa y de personas influyentes proisraelíes, que han presentado acusaciones de antisemitismo y violencia contra estudiantes judíos, son una peligrosa distracción de las verdaderas amenazas a nuestra seguridad. Vi a políticos comparar a los organizadores estudiantiles con los neonazis y exigir un despliegue de la Guardia Nacional, ignorando aparentemente las vidas perdidas en Kent State y Charlottesville, y con muy poca respuesta de los medios nacionales. Ésta es una forma repulsiva de autoengaño que sólo puedo entender como una forma de preservar las relaciones con donantes influyentes. Los llamados a una vigilancia más estricta en nuestro campus ponen en peligro a los estudiantes judíos y amenazan las operaciones habituales de la universidad de manera mucho más grave que las protestas pacíficas.

Es cierto, que a pesar de que los organizadores de la CUAD rechazan como fundamento la intolerancia y el odio, eso no ha impedido que actores no relacionados aprovechen la oportunidad para acosar de manera vergonzosa a estudiantes judíos con declaraciones grotescas o antisemitas. Yo condeno el antisemitismo —lo cual debería parecer obvio ya que yo mismo lo he experimentado muchas veces. (Es probable que esto no impida que el controvertido profesor de la Escuela de Negocios de Columbia, Shai Davidai, me llame kapo). Pero las acciones, a menudo fuera del campus, de unos pocos individuos no afiliados, no caracterizan esta campaña disciplinaria estudiantil. Los esfuerzos por conectar estos incidentes ofensivos, pero relativamente aislados con el movimiento de protesta pro palestino, reflejan una estrategia más amplia para deslegitimar toda crítica a Israel.

Este discurso nacional sobre el “antisemitismo universitario” alcanzó su climax el fin de semana en el Campamento de Solidaridad con Gaza, cuando los organizadores de la CUAD dirigieron sesiones de oración conjuntas entre musulmanes y judíos y honraron mutuamente a sus muertos. Esto es algo sano y sobre todo humano: no merece titulares sensacionalistas que difunden que los miembros de la Ivy League odian a los judíos.

El lunes, me uní a mis compañeros, cientos de estudiantes, en una huelga en solidaridad con el campamento; escuchamos respetuosamente que un grupo igualmente numeroso de profesores de Columbia realizaba una manifestación en las escaleras de la biblioteca. Francamente, no sentí el ambiente muy diferente al de la huelga más reciente de mi sindicato en el campus; me sentí inspirado nuevamente por el compromiso de mis colegas de hacer de la universidad de Columbia un mejor lugar, más seguro para trabajar y estudiar.

Más tarde esa noche, se celebró un servicio del Séder de Pesaj en el campamento. ¿Un movimiento estudiantil antisemita daría la bienvenida a los judíos de esta manera? Yo creo que no.

Esto es lo que no te dicen: las amenazas más apremiantes a nuestra seguridad como estudiantes judíos no provienen de las tiendas de campaña en el campus. En cambio, sí provienen de la administración de la universidad de Columbia impulsando la entrada de la policía al campus, de ciertos miembros del profesorado y de terceros que engañan a los estudiantes universitarios. Francamente, lamento el hecho de que escribir para confirmar la seguridad de los estudiantes judíos de la Ivy League. No he visto a muchos expertos lamentarse por la seguridad de mis colegas palestinos que lamentan la muerte de familiares o la destrucción de las queridas universidades de Gaza.

Desconfío de un discurso histérico en el campus –alegremente amplificado por muchos de los mismos charlatanes que han convertido “DEI” en un insulto– que desvía la atención de la matanza en curso en la Franja de Gaza y de la violencia de los colonos en la Cisjordania ocupada. Deberíamos centrarnos en la realidad material de la guerra: las municiones que nuestro gobierno está enviando a Israel, que matan a miles de palestinos, y la participación de estadounidenses en la violencia. Olvídense de la gente marginal y de los agitadores externos: los organizadores de la CUAD, que están detrás de las protestas universitarias, han insistido, con razón, en que su demanda más importante a la administración de Columbia implica la desinversión y una atención sostenida a la situación en Palestina.


No estamos solos. Los campus universitarios de todo EstadosUnidos han seguido el ejemplo de Columbia. Por eso, tengo la esperanza de que todos podamos aprender de sus ejemplos para mantenernos lúcidos sobre lo que está en juego en esta crisis y centrarnos en la violencia real que se está perpetrando en nuestros nombres.



* Jonathan Ben-Menachem, es estudiante de doctorado en la Universidad de Columbia.



PENSAR, REPENSAR Y DISENTIR EN TIEMPOS DE GAZA BOMBARDEADA