martes, 22 de mayo de 2018

Cine: Volver


VOLVER
Pedro Almódovar
España, 2006

Revista Siempre, 2006
 



 
“Huele a pedo”, con esa frase se distingue a los vivos de los muertos, pero no es suficiente para discernir entre locos y cuerdos que andan y vuelven entre gigantes metálicos de viento. Podríamos pensar en el regreso del Quijote, profundo y cómico, aleccionando a un Sancho Panza en un lugar de la Mancha; pero no, las que aleccionan son las mujeres de Volver, última cinta del cineasta español Almodóvar.

Algunas cuerdas, algunas locas, algunas muertas pero todas féminas almodovarianas que vuelven de un ataque de nervios. Esta vez no están rebasadas por la vida madrileña, están huyendo del abuso mítico al estilo Lot; del desamor y de la separación primera entre madres e hijas y entre hijas y madres. No son sobrevivientes del viento enloquecedor (como incluso afirma el mismo Almodóvar), al contrario; son tres generaciones de mujeres que se regeneran, como el viento solano, en cada nuevo día. Con el sol aparecen nuevas posibilidades de trabajo, de perdón, de complicidad y de flirteo.

Almodóvar vuelve a una España blanca y campesina muy lejos de su acostumbrada Europa hispánica, de la Marcha nocturna o el glamour y nos lleva a un lugar de la Mancha donde Raimunda (Penélope Cruz), madre de una hija adolescente (Yohana Cobo), su hermana Sole (una entrañable Lola Dueñas) y la vecina Agustina (Blanca Portillo), limpian la tumba de la madre muerta (Carmen Maura). Curiosamente sólo las vemos limpiando la tumba materna a pesar de que los padres, según los comentarios de Raimunda, han muerto entrelazados mientras el fuego los calcinaba. Desde ahí el primer guiño de Almodóvar: es una historia de mujeres más allá del amor cortés; pues son ellas las que se enfrentan al viento mientras limpian las tumbas y recuerdan las supersticiones.

En este su último film, Almodóvar entrelaza vivos y muertos que curiosamente, más allá de Pedro Páramo, nos recuerda la siempre jocosa y alegre, y no por ello menos profunda, historia de Don Quijote. Pero a diferencia de Cervantes, que utiliza los libros para enloquecer un caballero y la locura para criticar leyes y valores; Almodóvar utiliza el quehacer mujeril para fortalecer los lazos femeninos y castigar, sin intervención de la ley patriarcal, el abuso de poder manifestado como violación y abuso sexual.

No es la primera vez que Almodóvar habla del tema. La mala educación narraba el inevitable desgarramiento y putrefacción interior de un joven víctima de abuso sexual por parte de un cura, que se legitimaba en la estructura de poder de la iglesia; el personaje, en un principio bellísimo, desemboca con naturalidad en la tragedia, sucia y estéril. En cambio, las mujeres de Volver, se salvan. Ellas también son víctimas de una estructura donde los hombres abusan, pero ellas, a diferencia de ellos, conocen los secretos de la sanación. Se curan en la crianza, en el cuidado del viejo y del enfermo, en la cocina que alimenta a la familia y al batallón, en los menjurjes y tintes que embellecen, en las habladurías que de chismes pasan a supersticiones, en los ritos que limpian tumbas, lloran muertos y andan entre vendavales vestidas de negro. El todo sin sucumbir a la tentación del melodrama, criticado acertadamente en la representación del programa televisivo que lucra con lo íntimo y privado transformándolo en espectáculo público. “Son cosas nuestras que a nadie le importan”, afirmará Carmen Saura para concluir con una situación chusca y a la vez lamentable pero donde la dignidad humana se impone.

Almodóvar como las personajas de Volver se reconcilia con la tierra, el pueblo, la madre y sus arquetipos. Volver es sin duda una creación de madurez, aunada a una estética impecable que habla del oficio y talento del cineasta manchego y su íntima relación con el mundo femenino. 

Zyanya Mariana 2006 
Revista Siempre

VOLVER
Pedro Almódovar
España, 2006
 



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