Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
César Vallejo, Los Heraldos negros (fragmento)
César López Catsuu: Retratos en rojo,
de la serie "Sacrificios-los desastres", 2010
Acrílico sobre papel, 20x20cm.
A Javier Riojas y su familia, por su amor
LO QUE PASA EN LA CAMA PASA EN LA PLAZA,
Crónica de un dolor llamado Ayotzinapa, I parte
El 2 de octubre en la noche, buscando noticias de la marcha por la matanza de estudiantes en el 68, y otras tantas relacionadas con el secretario de Gobernación Osorio Chong, (un día antes, con mucho timing político, había salido a la calle de Bucareli para dialogar con los estudiantes del Politénico Nacional), me
encontré con una nota y una foto inesperada. Las palabras eran pocas, exponían brevemente la situación
en Guerrero, pero la imagen de un desollado era el horror. Sentí una
punzada. Era el rostro sin rostro de un estudiante normalista asesinado en
Iguala. Era la imagen de un cráneo ensangrentado que
conservaba la mandíbula impecablemente cerrada. Ahí estaba el horror y no lo podía entender ni explicar. Me dolieron las
cervicales y sentí un escalofrío que bajaba por la espalda. Era dolor y
yo miraba ese rostro desollado y sin cuencas en los ojos. Era mucho dolor, y era
un horror tan profundo que competía con lo sagrado.
En
ese momento no entendí, ni entendí el nudo que se gestaba en mi garganta y que
me acompañaría durante semanas; silenciándome. Me limité maquinalmente a
difundir en el Facebook lo que había quedado del rostro de un estudiante de la
normal de Ayotzinapa; añadí que le llamaban el Chilango y que su nombre
era Julio César Mondragón.
EL CONTEXTO
En ese momento no asocié la imagen con la noticia, primera plana en la Jornada, que escuché el domingo 28 de septiembre por la tarde en el corte informativo de Opus 94.5:
Portada de la Revista emeequis, #337 |
Bellas Artes 80 años |
Resulta
que el fatídico 26 de septiembre, la agencia mexiquense de noticias MVT había
difundido las imágenes de 22 cádaveres, jóvenes entre 17 y 22 años, que en su mayoría habían sido ejecutados. El hecho contradecía la versión oficial que sostenía un enfrentamiento entre fuerzas castrenses y narcotráficantes. Desde julio, la AP y, posteriormente, la revista Esquirre latinoamérica habían cuestionado que el 30 de junio se hubiera desarrollado un enfrentamiento en una bodega de la comunidad de San Pedro el Limón, en el municipio de Tlatlaya (“tierra que arde”), Estado de México; región considerada corredor natural del narcotráfico.
Sin embargo, fueron las fotos que desataron el escándalo y vulneraron la versión que la Secretaría de la Defensa Nacional y la Procuraduría General de Justicia del Estado de México habían esgrimido a lo largo de tres meses. Las imágenes revelaban que integrantes del Batallón 102 de Infantería, -localizado a 50 km de la matanza (en Tejupilco) y con historial de violaciones-, habían fusilado a 15 de los 22 jóvenes. Además demostraban que habían manipulado la escena sembrando cuerpos y desapareciendo evidencias.
El sistema no sólo era clientelar (el municipio aseguraba el voto verde y a cambio recibía dinero) sino que prometía movilidad social. Si bien el mundo empresarial se mantenía cerrado a los extranjeros, hijos de extranjeros y extranjerizantes, el mundo estatal era para los ambiciosos, independientemente de sus orígenes. Lo sabían perfectamente los maestros, quienes al estudiar en las escuelas rurales o las universidades públicas, escalaban socialmente y se convertían en pequeñas élites de sus comunidades. Además conformaban un ejército vario pinto al servicio de los líderes sindicales. Muy posiblemente por ello las escuelas rurales, con todo y embates y aristas, permanecieron hasta el día de hoy.
Es cierto que eran cuna de guerrilleros como Lucío Cabañas y Genaro Vázquez, pero eran sobretodo la fuerza del sindicato más poderoso de América Latina. ¿Pregúntenle al maestro Carlos Jonguitud Barrios o a la lideresa Elba Esther Gordillo? Por si fuera poco proveían de cuadros políticos al partido. El ejemplo más conocido es el del Carlos Hank González, maestro rural egresado de la escuela Normal de Toluca, quien inició su carrera política justamente al convertirse en el tesorero del municipio de Atlacomulco. Dicen que en esa época acuñó la frase “mientras más obras más sobras”, máxima de todo político mexicano, y que él llevó a la práctica destruyendo la ciudad con los ejes viales.
En ese México de maestros rurales disciplinados, políticos posrevolucionarios, líderes sindicales y vehementes discursos de paz social y modernización los líderes de oposición, los activistas y cualquier critica desaparecía con pulcritud. El estado cooptaba a la mayoría fácilmente, generaba empleo con derechos laborales, ofrecía cobertura de salud y generaba una gran clase media. Todos deseaban estar dentro del sistema y la expresión que, se sigue usando, y sintetizaba aquella época era la siguiente: "vivir fuera del presupuesto es vivir en el error".
La estructura se repetía en cada nivel de la piramide y se expandía en todos los ámbitos del país. Lo que solemos llamar "la cultura PRIista" reverberaba en todas las relaciones sociales: universidades, maestros, empresas, médicos, músicos, ingenieros, curas y hasta las familias respondían a una estructura jerárquica que premiaba la mansedumbre epidérmica.
México para los ojos extranjeros era un país que no se quejaba, que permitía todo y era incapaz de una cultura de la argumentación y la critica. En realidad era una de nuestras tantas máscaras, todo ambicioso sabía que escalar socialmente tenía un costo de obediencia y servilismo "al cacique" en turno, designado por el dedo del poder ("el dedazo"). Existen muchas historias alrededor de Octavio Paz como figura asociada al poder y otras de su contempóraneo José Revueltas como detractor, en todo caso la vida de ambos, como la de todos, estaba vinculada al sistema PRIista.
Pero esta estructura partidista y clientelar que funcionaba impecablemente, y estaba basada en una economía de capital mixto, se fisuró en los años 60. La matanza de los estudiantes en el 68 reveló la crisis y la llamada Guerra Sucia, de 1965 a 1980, demostró su brutalidad. Finalmente "la dictadura perfecta" perdió prestigio en el 94 con el levantamiento Zapatista y la hegemonía política en las elecciones del 2000 con la entrada del Partido Acción Nacional (PAN) al poder. Pero en aquellos lejanos años 60 ningún maestro imaginó que la herramienta privilegiada de los campesinos para escalar socialmente, e integrarse al sistema, se convertiría en el blanco de la violencia sistemático del Estado. Nadie imaginaba que la escuela rural que generaba cuadros para el sistema, un 26 de septiembre, testificaría el horror: el rostro desollado vivo de un joven estudiante.
En efecto, la llamada "sonrisa de la muerte", la mandíbula pegada al cráneo, sólo se logra torturando hasta la muerte a la víctima como lo hicieron con Julio César Mondragón; desollándolo vivo para que los músculos de la mandíbula se contracturarán por el dolor. Por eso al ver la imagen, antes de entender, sentí un escalofrío. Era la imagen de la violencia que se goza torturando, erosionando al otro, era la imagen que violenta incluso lo sagrado. Después de ese horror, tzompantlis con los rostros vivos de 43 estudiantes, de la normal rural de Ayotzinapa Guerrero, se convertirían en la imagen y la simiente de un movimiento social y ciudadano que exigía el fin de las muertes y desapariciones en México. 43 y más de 90 mil.
También pienso que dada la diversidad de nuestro país es necesario refundarnos como un país plurilingüe. Que de las 53 lenguas indígenas que sobreviven hasta el día de hoy, se elijan 5 y junto al español se conviertan en nacionales; que se le exija a todo profesional hablar además de su lengua materna, una de ellas. Es fundamental, por otra parte, que nuestra capital recupere con su nombre México Tenochtitlán, su vieja vocación de grandeza.
Breve Crónica de una Marcha Pacífica y una veintena de encapuchados, CLICK AQUÍ
Marcas de los disparos en Tlataya. Foto AP |
Sin embargo, fueron las fotos que desataron el escándalo y vulneraron la versión que la Secretaría de la Defensa Nacional y la Procuraduría General de Justicia del Estado de México habían esgrimido a lo largo de tres meses. Las imágenes revelaban que integrantes del Batallón 102 de Infantería, -localizado a 50 km de la matanza (en Tejupilco) y con historial de violaciones-, habían fusilado a 15 de los 22 jóvenes. Además demostraban que habían manipulado la escena sembrando cuerpos y desapareciendo evidencias.
Meme con el diseño de un Tzompantli piramidal
para ejemplificar el sexenio de la muerte de Calderón |
Los sucesos de Tlatlaya, aunque terribles no eran
nuevos. Los últimos 8 años, desde que Calderón declarara su "Guerra contra el
narcotráfico", las violaciones a los Derechos Humanos en México habían
aumentado. La tortura, las ejecuciones extrajudiciales, las
"desapariciones o levantones", las detenciones arbitrarias y los feminicidios se habían
generalizado. Sus autores, dada la
debilidad del sistema judicial mexicano, actuaban con total impunidad. Para
apaciguar a la opinión pública, y apoyado por los medios de
comunicación y las buenas conciencias, el gobierno solía explicar la violencia en términos
de malos y buenos, de criminales contra fuerzas de seguridad, de daños
tangenciales o como disputas entre sicarios. La realidad era otra y el luto en las familias se imponía.
Por eso aunque el gobierno de Peña Nieto cambiara el discurso de la Guerra por el de las Reformas, la situación de la violencia permanecía e incluso aumentaba. Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, durante los 19 meses del gobierno se han registrado 55 mil 325 asesinatos, a un ritmo de dos mil 900 homicidios cada mes y alrededor de 700 a la semana. Cerca de cien asesinatos diarios, de los cuales 7 son feminicidios. El problema no sólo radica en los homicidios y sus formas cada vez más turbias, sino en la estructura de la violencia donde el crimen organizado es la trama y las instituciones estatales la urdimbre.
Luis Jorge Garay Salamanca y Eduardo Salcero Albarán explican en su artículo "Tlatlaya y Ayotzinapa: Más allá de carteles del narcotráfico" que seguir hablando de carteles, e imaginarlos como en los años 80 encabezados por personajes como Pablo Escobar, es un error semántico con graves consecuencias en las políticas públicas y en las vidas humanas. Afirman que los “nuevos” carteles o “micro carteles” son en realidad redes cambiantes que interactúan estrechamente con la política, la economía y las administraciones públicas locales. Su poder no se limita al nivel municipal, sino que les permite acceder a niveles estatales, federales y expandirse en redes del crimen transnacional. A esta lógica perversa, que no es exclusiva de México, habría que añadir el contexto nacional.
En 2013 hubo 22 mil 732 homicidios, Fuente INEGI |
Datos de INEGI, OMS y SINAIS según Manuel Aguirre Botello |
Después de 20 años, este personaje sigue alimentando nuestro imaginario. Arquetipo del héroe, aparece en libros, series de televis ión, películas, documentales. Recibe visitas a su tumba y recientemente su viuda e hijos intentaran registrarlo como la marca "Pablo Emilio Escobar Gaviria". |
Luis Jorge Garay Salamanca y Eduardo Salcero Albarán explican en su artículo "Tlatlaya y Ayotzinapa: Más allá de carteles del narcotráfico" que seguir hablando de carteles, e imaginarlos como en los años 80 encabezados por personajes como Pablo Escobar, es un error semántico con graves consecuencias en las políticas públicas y en las vidas humanas. Afirman que los “nuevos” carteles o “micro carteles” son en realidad redes cambiantes que interactúan estrechamente con la política, la economía y las administraciones públicas locales. Su poder no se limita al nivel municipal, sino que les permite acceder a niveles estatales, federales y expandirse en redes del crimen transnacional. A esta lógica perversa, que no es exclusiva de México, habría que añadir el contexto nacional.
PEDRO PÁRAMO Y UNA FOSA COMÚN LLAMADA COMALA
“La vida no vale nada” cantará José Alfredo Jiménez mientras que Juan Rulfo escribirá Pedro Páramo. Muy posiblemente, la novela más trascendente de la narrativa mexicana del siglo XX. En ella un cacique hace de Comalá, su tierra y su terruño, una fosa común. No es sólo una profecía, escrita con la mejor prosa (para mi), es sobretodo la realidad posrevolucionaria.
En efecto para pacificar a un país desigual y profundamente heterogéneo, "una nación de naciones", el sistema posrevolucionario mexicano se sustentó en los caciques municipales. Cada cacicazgo era como un país, con su clima, su fauna, sus formas de vida e incluso una lengua propia. En general el cacique gozaba de cierta autonomía en su localidad, daba trabajo y ejercía la violencia a placer. Sin embargo su poder se sustentaba en una lealtad férrea al partido; la famosa “disciplina PRIista”. Si quería reforma agraria, recursos estatales, modernidad y ascenso en la jerarquía política, tenía que servir pacientemente a las cúpulas. El sistema no sólo era clientelar (el municipio aseguraba el voto verde y a cambio recibía dinero) sino que prometía movilidad social. Si bien el mundo empresarial se mantenía cerrado a los extranjeros, hijos de extranjeros y extranjerizantes, el mundo estatal era para los ambiciosos, independientemente de sus orígenes. Lo sabían perfectamente los maestros, quienes al estudiar en las escuelas rurales o las universidades públicas, escalaban socialmente y se convertían en pequeñas élites de sus comunidades. Además conformaban un ejército vario pinto al servicio de los líderes sindicales. Muy posiblemente por ello las escuelas rurales, con todo y embates y aristas, permanecieron hasta el día de hoy.
Carlos Hank González, 1969/1975 |
Los trabajadores del sector formal se repartían desigualmente entre las diferentes instituciones de seguridad social. Mientras que el IMSS, creado en 1943, tenía al 80 % de los derechohabientes, el ISSSTE, fundado en 1959, sólo tenía el 17%. Muy por debajo se encontraban el ISSFAM - establecido en 1976- y los trabajadores de PEMEX, que en conjunto atendían al 3% de los asegurados, Fuente Barba 2013 |
En ese México de maestros rurales disciplinados, políticos posrevolucionarios, líderes sindicales y vehementes discursos de paz social y modernización los líderes de oposición, los activistas y cualquier critica desaparecía con pulcritud. El estado cooptaba a la mayoría fácilmente, generaba empleo con derechos laborales, ofrecía cobertura de salud y generaba una gran clase media. Todos deseaban estar dentro del sistema y la expresión que, se sigue usando, y sintetizaba aquella época era la siguiente: "vivir fuera del presupuesto es vivir en el error".
La estructura se repetía en cada nivel de la piramide y se expandía en todos los ámbitos del país. Lo que solemos llamar "la cultura PRIista" reverberaba en todas las relaciones sociales: universidades, maestros, empresas, médicos, músicos, ingenieros, curas y hasta las familias respondían a una estructura jerárquica que premiaba la mansedumbre epidérmica.
México para los ojos extranjeros era un país que no se quejaba, que permitía todo y era incapaz de una cultura de la argumentación y la critica. En realidad era una de nuestras tantas máscaras, todo ambicioso sabía que escalar socialmente tenía un costo de obediencia y servilismo "al cacique" en turno, designado por el dedo del poder ("el dedazo"). Existen muchas historias alrededor de Octavio Paz como figura asociada al poder y otras de su contempóraneo José Revueltas como detractor, en todo caso la vida de ambos, como la de todos, estaba vinculada al sistema PRIista.
Fotograma del programa especial de Canal Once: La guerrilla en México, Fuente Youtube |
Zapatistas Foto Araceli Herrera |
Rostros de los 43 en forma de Tzompantli de vida |
Explanada de la Universidad Iberoamericana 30 de octubre 2014, Todos somos #Ayotzinapa Foto Carlota Peón |
También pienso que dada la diversidad de nuestro país es necesario refundarnos como un país plurilingüe. Que de las 53 lenguas indígenas que sobreviven hasta el día de hoy, se elijan 5 y junto al español se conviertan en nacionales; que se le exija a todo profesional hablar además de su lengua materna, una de ellas. Es fundamental, por otra parte, que nuestra capital recupere con su nombre México Tenochtitlán, su vieja vocación de grandeza.
Breve Crónica de una Marcha Pacífica y una veintena de encapuchados, CLICK AQUÍ