viernes, 18 de abril de 2014

4.-Invitados y circunstancias, Jaime Panqueva

Yo casi nunca hablo de fútbol pero que tal JAIME PANQUEVA*, viejo amigo de este espacio
mayo 20 y 3013







FINGIMIENTO Y FICCIÓN,
FIN DE SEMANA CON DOS FINALES

Me abstuve hasta hoy de escribir estas líneas pero las ansias me ganaron. También recibir algunos comentarios de amigos y conocidos que coincidían hasta cierto punto con lo que pienso y que en general, nadie dice. Primero hago la salvedad de que soy un apasionado del fútbol, como juego, como deporte. Si hay una representación de la sociedad ideal y del tipo de enfrentamiento que debe darse frente a cualquier adversario, el balompié lo encarna a la perfección. Segundo, no soy fan ni del Cruz Azul ni del América, y a pesar de los símbolos que estos dos equipos y sus dueños representan, no fue mi animadversión o simpatía hacia uno u otro lo que motivaron mis argumentos. Quiero contrastar dos estilos de fútbol y de partidos que pude observar el sábado, la final de la Champions League, y el domingo, la final de la Liga MX, para poder desahogar algunas de mis preocupaciones. Sé que el fútbol es pasión y que como dice Juan Villoro “el juego sucede dos veces, en la cancha y en la mente del público”, por supuesto ésta es mi versión, apasionada o no, esto fue lo que vi. El sábado se enfrentaron el Borussia Dortmund y el Bayern München en Wembley. Una final alemana cuyo preludio recordó cómo se disputaron a punta de lanza y espada las hegemonías en Europa. Un espectáculo vistoso de muy buen gusto, que finalizó con la salida de jugadores motivados en ambos equipos, que no dejaron de buscar la portería rival en todo momento. El Dortmund quizás más limitado en su repertorio de juego, hizo un primer tiempo formidable y se adelantó en el marcador, pero el empuje y calidad de juego de Bayern fueron evidentes en la parte complementaria. Una final que termina en el tiempo reglamentario, sin necesidad de irse a alargues, con grandes jugadas y el gol de Robben, quien hizo gala de su velocidad y habilidad con la zurda. Un fútbol en el que no se escatima esfuerzo ni deseos de ganar. Un gran contraste con la final del domingo, donde fue evidente desde el momento de saltar los jugadores a la cancha. Cruz Azul timorato o resignado a no ser campeón, y el libreto, porque a diferencia de lo que había visto el día anterior, el partido en el Azteca se me hizo una simulación, el drama no pudo estar más preestablecido. Una expulsión temprana de un jugador del América para exculpar de entrada cualquier fallo arbitral, un gol de Cruz Azul que en vez de motivar al equipo a arrollar a un América controlado totalmente en el último cuarto de terreno, como lo hizo con Santos, lo echa atrás y le regala a esos diez jugadores el mediocampo sin aprovechar para hacer contragolpes efectivos. La narración deportiva, ajena a los esquemas tácticos y a las actitudes inverosímiles del Cruz Azul, se desgañitaban en presentarnos al América como la santa encarnación de la lucha y el pundonor. Para mí no había duda, el partido estaba arreglado, como lo estuvo el juego de vuelta de semifinal entre Xolos y León en el campeonato anterior, que nos dejó con una final digna del Grupo Atlacomulco: Tijuana vs. Toluca. La final del domingo se desarrollaba como un libreto de Televisa, el América abnegado, sufridor, luchador, contra un adversario displicente, según muchos “acostumbrado a perder finales”. Así en buena parte se justificaban los dos goles, dudosísimos para mí por la actitud de la defensa del Cruz Azul, pero un fruto razonable a tanta entrega, consistente en tomar el balón y bombearlo al área para ver si el Chucho Benítez lograba anotar. El primer gol, de mi compatriota Mosquera, pasa a muy baja velocidad junto a un defensa impasible. El segundo, aunque se lo dieron al arquero, es en toda regla autogol, el remate en su trayectoria original iba para afuera o estaba controlado por Corona. Sin embargo, la retórica triunfalista de un América que “merecía ser campeón” tendía a ocultar que sus argumento en ataque era mínimo, mientras el rival había entregado el resultado desde antes de entrar a la cancha. La cámara nos deleitaba con la transverberación de Miguel Herrera como una muestra litúrgica del significado de la pasión. De aquella que debe poseernos a todos para creer en “milagros” como el del Azteca. Quizás el pundonor que pudo mostrar el Cruz Azul lo vimos en la prórroga (aburridísima), cuando Corona se lució con un par de atajadas dignas de Weidenfeller o Neuer. Pero, para los penales todo estaba sentenciado, en especial en el resbalón (sospechosísimo) del segundo que falla Cruz Azul. Para entonces muchos habían sido doblegados por la retórica abrumadora del mérito americanista. Similar a la que nos presenta Pactos Nacionales que ahorita sí sacarán a México adelante, o sencillamente el discurso del silencio en los medios que esconde la violencia y la corrupción. Hoy leo entrelíneas a Mariano Pavone, el principal artillero de Cruz Azul, que declaró ayer: “Parece que hay algo que no quiere que Cruz Azul sea campeón”, me pregunto si ese algo no fue en esta ocasión alguien, y veo en una foto a Emilio Azcárraga Jean celebrando en el engramado sin camiseta, como si le hubieran finalmente dado su tan anhelada ciudadanía estadounidense, que anduvo buscando hace años para comprar Univisión. Terminó la telenovela y con seguridad con el comentario de Azcárraga sobre su anhelo de un bicampeonato, se nos promete otro episodio similar en un futuro no muy lejano. Pero a mí me queda claro que hay cosas muy turbias en el fútbol mexicano, como las hubo en Colombia en los años ochenta o quizás peores. Pero bueno, eso es otra historia, quizás ustedes como muchos prefieran quedarse con lo heroico, lo milagroso o apoteósico. Yo no podía voltear la mirada y seguir, me encantaría que en México algún pudiéramos ver una final como la del sábado, una final real, sin ficciones telenovelescas. Por eso escribí estas líneas.

*Invitados y circunstancias es un espacio plural donde las voces de diferentes autores pueden expresarse. Los textos que aquí aparecen son personales y revelan las posiciones de sus autores; Editorial Tariyata no comparte forzosamente dichas opiniones.

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