sábado, 9 de noviembre de 2013

30.- Antología poética; Carlos & Zyanya


A mis soledades voy.
De mi soledades vengo,
Porque para andar conmigo
Me bastan mis pensamientos.


¡No sé qué, tiene la aldea
Donde vivo y donde muero,
Que con venir de mí mismo
No puedo venir más lejos!

Lope de Vega (fragmento)



Timbre en homenaje al escritor Jorge Luis Borges, Argentina 2000

@CarlosAzar
@ZyanyaMariana


En la primavera de 1983 Jorge Luis Borges, en un perfecto inglés, sostuvo una serie de charlas en el Emily Dickinson College. En ellas confesó varias de sus opiniones acerca de la literatura.    Dijo por ejemplo que los escritores deberían buscar la eternidad como esa frase de Kipling que dice le robó a la literatura hindú: "Si no me hubieran dicho que era amor, habría pensado que era una espada desnuda."  Que algunos poetas para ser grandes necesitaron una fuente de inspiración como Neruda el comunismo, Whitman la democracia y Kipling el imperialismo.  Que los mejores versos de Quevedo fueron compuestos por Góngora y que de la poesía española sólo le gustaban los poetas que decían como Jorge Manrique, Guillén o el sevillano anónimo y su gran verso: "Oh, muerte, ven callada, como sueles venir en la saeta".  De hecho consideraba a Jorge Guillén, quien decía no cantaba, como el mejor poeta en lengua española.                                            
Algunos dicen que dijo que eran tres los Guillén: el bueno, el malo y el feo refiriéndose a Jorge, Nicolás el cubano que no decía sino cantaba y Rafael.  Quizás lo dijo pero después de que Octavio Paz, en el Congreso de Escritores antifascistas de 1937 en Valencia, quien para diferenciar a Jorge y a Nicolás los definiera irónicamente como el bueno y el malo.  Parafraseando al maestro Borges, no lo juzguemos por sus valoraciones pues “las opiniones son lo menos importante, lo más banal, lo más pasajero y efímero del mundo…”
Por eso para esta semana tres poemas de tres Guillén…  



Centenario del nacimiento del poeta Jorge Guillén,
España 1993
Valladolid-Málaga, España
(1893-1984)

DOMINIO DEL RECUERDO
Un recuerdo -pasado deleitoso- me ataca y se apodera tanto de mí que interna primavera me somete a su acoso.
Aquel amor aun vibra bajo el impulso de una imagen, mero fantasma. Pido, quiero. un imán se me impone fibra a fibra.
El espíritu invade mi existencia con poder soberano. Espíritu ya es cuerpo. ¿Quién presencia tal fusión, tal arcano?
Amor, que fue tan fuerte durante aquel minuto fenecido, saliendo de su nido mental en sensación se me convierte.
Mi memoria ya es carne, ya un placer -soñado- resucita, ya la verdad de mi vivir da cita. ¿Alma, cuerpo ? Mi ser.
Jorge Guillén

Centenario del natalicio del poeta Nicolás Guillén, Cuba 2002
Camaguey-La Habana, Cuba
(1902-1989)


SENSEMAYÁ 
Canto para matar una culebra

¡Mayombe-bombe-mayombé!
¡Mayombe-bombe-mayombé!
¡Mayombe-bombe-mayombé!

La culebra tiene los ojos de vidrio;
la culebra viene, y se enreda en un palo;
con sus ojos de vidrio en un palo,
con sus ojos de vidrio.
La culebra camina sin patas;
la culebra se esconde en la yerba;
caminando se esconde en la yerba,
caminando sin patas!

¡Mayombe-bombe-mayombé!
¡Mayombe-bombe-mayombé!
¡Mayombe-bombe-mayombé!

Tú le das con el hacha, y se muere:
¡dale ya!
¡No le des con el pie, que te muerde,
no le des con el pie, que se va!

Sensemayá, la culebra,
sensemayá.
Sensemayá, con sus ojos,
sensemayá.
Sensemayá con su lengua,
sensemayá.
Sensemayá con su boca,
sensemayá!

La culebra muerta no puede comer;
la culebra muerta no puede silbar;
no puede caminar,
no puede correr!
La culebra muerta no puede mirar;
la culebra muerta no puede beber,
no puede respirar,
no puede morder!

¡Mayombe-bombe-mayombé!
Sensemayá, la culebra
¡Mayombe-bombe-mayombé!
Sensemayá, no se mueve
¡Mayombe-bombe-mayombé!
Sensemayaá, la culebra
¡Mayombe-bombe-mayombé!
¡Sensemayá, se murió!
Nicolás Guillén

Rafael Guillén
Granada
1933







DONDE SONÓ UNA RISA
Donde sonó una risa, en el recinto
del aire, en los pasillos transparentes
del aire donde, un día
sonó una risa azul, tal vez dorada,
queda por siempre un hueco, un lienzo triste,
un muro acribillado, un arco roto,
algo como el desgaire de una mano
cansada, como un trozo
de madera podrida en una playa.
Donde saltó la vida y luego nada
echó a rodar, y luego nada, queda
una cama deshecha,
un cuarto clausurado, un portón viejo
en el vacío, algo
como un andén cubierto por la arena;
queda por siempre el hueco
que deja un estampido por el bosque.
De bruces, husmeando, rastreando
unas huellas, tirando
del hilo de un perfume,
penetra el corazón por galerías
que un latido de sangre subterránea
horadó alguna vez y allí quedaron.
Y que allí permanecen con su húmeda
oscuridad de tigres en acecho.
Penetra el corazón a tientas, llama
y su misma llamada lo sepulta.
Donde sonó una risa, una vidriera,
una delgada lámina de espacio
estalló lentamente. Y no es posible
poner de nuevo en orden tanta ruina.
Un nuevo aliento merodea. Llegan
otros sonidos hasta el borde y piden
su momento para existir. Afluyen
nuevas formas de vida
que al final toman cuerpo y se acomodan.
Pero el tiempo ya es otro y el espacio
ya es otro y no es posible
revivir lo que el tiempo desordena.
En la cresta del agua o de la espuma
donde una risa naufragó, ya nada
podrá buscar, hundirse, hallar los restos,
nadie podrá decir: éste es el sitio.
El mar no tiene sitios y sus cimas
son instantes de brillo y se disuelven.

Pero quedan los huecos, queda el tiempo.
El tiempo es un conjunto
de irrellenables huecos sucesivos.
Donde sonó una risa queda un hueco,
un coágulo de nada, una lejana
polvareda que fue,
que ya no está, pero que sigue hablando,
diciendo al alma que, en alguna parte
algo cruzó al galope y se ha perdido.
Rafael Guillén






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