sábado, 27 de julio de 2013

CUMPLIMOS DOS AÑOS Y LO FESTEJAMOS CON UN POEMA LLENO DE LLUVIA


ZyanyaM

Hace dos años, días más días menos, inicié este Blog huyendo del desamor, pero parafraseando a Luis Arcaraz "quién pierde un hombre no sabe lo que gana."  Y así fue, y así es siempre, pues en cada pérdida hay un regalo esperando. La existencia es simple: sucede y, para avanzar, hay que saber despedirse, mirar al frente y como agua fluir hasta desembocar en el mar.  
Somos agua y al agua regresamos, repito constantemente. De hecho tengo una obsesión con el agua, mi perra se llama aguacero (Janikuá) mi hija maíz (Tziri) que sólo crece con el agua, una ola de Hokusai me persigue y muchas veces he dicho que soy liquiditud.  Todo eso sin recordar que somos corporalmente agua, invendibles. Quizás, la obsesión por el agua venga de mi nacimiento;  dicen que nací un día de lluvía. Eso dicen y yo ahora digo que cumplimos dos años y lo festejamos con un poema lleno de lluvia; pues al fin y al cabo siempre llueve lluvia.
  

La lluvia, una métafora, César Catsuu López
 (Instalación la petite Mort), 2013


POEMARIO DEL DIÁLOGO 
DE LA LENGUA

A Joaquín Rojas-May
que anda en los cinco


El que no ha visto a Dios en el juego no ha visto a Dios,
yo lo vi a los cuatro tal como es: un niñito
con cara de dragón como somos todos. Desde el momento
que el dragón está en nosotros y es nosotros: la que más
me habló de Él esa vez fue la mariposa
en la punta de Bucalebu, y allá abajo
el mar: -“Esas sí
que son olas, me dijo ella, ésas
sí que son olas”.
La pobrecilla
creía ver Mundo, no
había Mundo. Lo que era
o parecía que era, era
pura ventolera.
Y ahí mismo se acaba el cuento
del pensamiento. A ver otro, había
entonces -¿cuándo sería entonces? , había un caballo
grande de ésos que pastan solos en los potreros
sin nadie frente al mar, porque el mar anda siempre
en todo, justo porque es nadie. Bueno: eso
fue el cierre del 21 recién muerto
el muerto que fue el que me lo dio
¡por dármelo me lo dio! y por eso
mismo no lloré cuando murió, ahí estaba
todo el tiempo el caballo pastando en el potrero
frente al mar, piensa que piensa encima
de sus cuatro patas, ¡precioso
mi ocioso!, pero me lo robaron
de repente me lo robaron porque sí, y ahí lloré,
ahí sí que entré en la mutilación
y vi de golpe a mi padre.
Y otro pensamiento distinto: ¿sabes que hay una rosa que también crece sola?/
y a la que se le ve la lágrima? No, no es rocío
lo que se le ve a esa rosa porque esa rosa
es invisible, nadie la ve,
pero está ahí intacta con su lágrima, nunca se seca,
es como una llama de agua, de eso que no hay
y sin embargo hay, ¿la habré visto
o la andaré buscando? Ayúdame, soy
un habitante, pero ¿dónde?
Lo que pasa es que hablando de mariposas no hay
dragón ni mariposas, nunca hubo, ni infancia, ni
caballo grande, ni rosa, uno mismo
es el abismo, metamorfosis,
de lo mismo, cumple uno ochocientos a cada instante, llueve
lluvia, siempre
llueve lluvia, el poeta
es un animal pasado de realidad y hay que vivir
ebrio de eso, ojalá
sin nadie, silabeando el Mundo
en el aire, total
se nace costino
y lafkenche, “naiden
reempuje a naiden” y otra cosa
sigilosa, de
alumbrado a alumbrado: oigan al río
del que habló Heráclito
retro y rezongón, al viejo río
renegado que viene volando de las cumbres y unas veces se seca
y otras se desborda, y pasa
loco por mi casa ése sí
es un río cumbrereño fuera de sintaxis
que no le pide nada a nadie, hasta que se suicida
unos 3 kilómetros más abajo tirándose de bruces
cuarenta metros contra el Diguillín y renace
de eso, de estar muriendo y siendo a la vez, leopardo
y más leopardo, de eso
y eso, velocísimo.

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