sábado, 25 de mayo de 2013

CRÓNICAS MESTIZAS, Irapuato y la tercera feria del libro infantil

ZyanyaM

Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros; 
hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; 
en lo que a mí se refiere, 
soy incapaz de imaginar un mundo sin libros."
Jorge Luis Borges






A Jaime, Karla, Lucía y Jaimito, por su generosidad


CRÓNICAS MESTIZAS, 
Irapuato y la tercera feria del libro infantil



Yo he sido muy malagradecida con mi poemario; quizás porque  ya no soy aquella que una vez escribió las palabras que siguen impresas.  Aún así “De las cosas que vienen de la nada y otras inmediateces” ha sido y sigue siendo muy generoso conmigo.  Me ha llevado por muchos lugares y, como si fuera una publicidad cualquiera puedo decir que me ha regalado muchas experiencias.  Su última hazaña (del 22 al 29 de abril), hace poco menos de un mes, se llamó Irapuato.  Ahí en pleno bajío, encontré una feria de libro infantil, muchos colegas y una ciudad vital.

Presentación
"De las cosas que vienen de la nada y otras inmediateces",
en el Palacio de Minería 2012
Irapuato es una pequeña ciudad al pie del cerro, Arandas. Fue una laguna alimentada por los ríos Silao y Guanajuato, rodeada de tierra fértil para uso de los purepéchas; quienes la conocían como Jiricuato “lugar de casas bajas”.  Pero ya sabemos que mal oído tenían los conquistadores y hoy, ya sin laguna ni purépechas, los descendientes mezclados con irlandeses, italianos, franceses y en los últimos tiempos japoneses, la llaman Irapuato.



Como el resto del bajío la ciudad, para bien y para mal, es criolla hasta la médula; los pómulos, la piel y los quesos, riquísimos, son muy diferentes a los del sur del país e incluso a los del occidente.  Son tan criollos que desconocen la flor sagrada de Guiechachi, aunque tengan algunos árboles en macetas en el centro de la plaza Hidalgo.  

Plaza Madero, Irapuato 1950


Flor de guiechachi, olorosa y ritual 
Caminábamos por ahí cuando yo arranqué emocionada una flor olorosa que guardé en mi cartera mientras mis colegas seguían sus pasos rumbo a los laureles de la India.  A su sombra se levantaban los stands de la feria.




Familia del bajío con una marimbita de hijos

Las ferias infantiles existen fundamentalmente para fomentar la lectura entre los niños, así que ahí estábamos de colados.  Gracias a los buenos oficios de Atalia Solorio y Jaime Panqueva (La rosa de la china 2011), sitiamos la ciudad.  Veníamos de Puebla, Morelia, Guanajuato y chilangolandia, y desde el viernes en la tarde asaltamos el Instituto de Cultura con un taller de poesía y la presentación del libro “Liquidaciones” del narrador y poeta poblano Eduardo Sabugal. 


Instituto de Cultura de Irapuato

Este segundo libro del narrador poblano fue presentado cual ritual líquido.  Cada capítulo lleva el nombre de una bebida que Panqueva (el final de los tiempos, 2012) y José Antonio Banda (Cuaderno en Ruinas, 2011) degustaban, para envidia de los presentes.  Con cada salud y fragmentos leídos, nos enteramos que al café le correspondían los dilemas existenciales de un sindicalizado de la recientemente extinta por decreto presidencial (octubre y 2009) Luz y Fuerza del Centro.  Que la leche hablaba del origen, la vía láctea y la desesperanza rural; que al whisky le correspondía el hijo prodigo que sigue su marcha y al vino la traición con cantaor gitano al fondo. Al té el desamor y al pulque la búsqueda de la identidad y la muerte.  La presentación se convirtió, posiblemente gracias a los elixires, en algo tan intimo que el escritor casi nos cuenta todo el libro y las causas profundas de su nacimiento.  Razones que en el arte siempre giran alrededor del amor y el olvido.




Pero el ritual no fue suficiente para amainar al grupo, que a pesar de los líquidos etílicos o justamente por eso, tenía hambre.  La noche empezaba y nos dirigimos a las Cigarras en la calle de Berriozabal.  Un lugarcito pintoresco que se ubica en una calle restaurada del centro.  Aunque con ciertos dejos de gallardía, que sólo he visto iguales en San Luis Potosí y Zacatecas, el centro de Irapuato es feo pero bien arreglado.  Todo sirve desde el alumbrado público hasta las fuentes.  Hay dos, las llamadas fuentes danzarinas con un espectáculo de Luz y Sonido que es el orgullo y la atracción turística municipal; y más allá la fuente de los delfines.  Nos contaba José Antonio (Teoría de la desolación, 2012), como buen escritor lugareño (aunque nacido en veracruz) la historia de la fuente.  Decía  que se le conoce también como la Florentina, pues fue fundida en bronce en la ciudad toscana de Florencia junto a otras dos fuentes iguales.  Parece ser que el archiduque Maximiliano de Habsburgo, y emperador de México que estudiaba náhuatl, por una razón que sigue siendo un misterio, las encargó para decorar las ciudades guanajuatenses.  Una era para Irapuato, otra para la hermana ciudad de Guanajuato; la de León, como suele suceder en este país, desapareció.


Fuente de los delfines y macetas con Guiechachi atrás

La escritura es un oficio de solitarios.  Trabajamos rodeados de palabras y el único compañero suele ser el silencio o la mente asaltada por las ideas; por eso los encuentros son como recreos, deben ser breves, e intensos.  El de Irapuato no fue la excepción.  Hablamos de la poesía, del arte menor y el arte mayor si acaso eso realmente existe.  Hablamos de las lenguas, de como se van metiendo muy lentamente en los pueblos y como el español de México tiene apenas 200 años entremezclado con la saliva de nuestras bocas mestizas.


De izquierda a derecha: Diana Raquel Hernández Meza, José Manuel Ortiz Soto, José Antonio Banda, Adriana Dorantes Moreno, Jesús Aragón, Zyanya Mariana, Eduardo Sabugal, Jaime Panqueva y Gerardo Farias Rangel, comiendo en la Cigarra


Al día siguiente, en la mañana, una lectura poética se instaló de nuevo en el Instituto.  Esta vez vinieron del DF y Guanajuato la muy joven poeta Adriana Dorantes (Quién vive, 2012) y el maestro Jesús Aragón (el oficio de esperar, 2006), los acompañamos el semi irapuatense José Antonio Banda, Eduardo Sabugal y yo.  Para la tarde la narrativa había tomado plaza con los cuentos del michoacano Gerardo Farías (Sobre el olvido y el juego, 2012); de los médicos y escritores Diana Raquel y José Manuel Ortiz Soto (Minibichario, el libro de los seres imaginarios), así como del  irapatuense Alejandro Palizada.  


  

Es curioso, una fuereña como yo podría pensar que Irapuato compite con la ciudad cervantina a sólo unos kilometros de distancia.  Sin embargo a diferencia de la “Cuévano” Ibarguengoitiana, Irapuato no tiene ni estudiantes ni pretensiones.  Te da lo que tiene: fresas, industria y calor.  Se atraviesa de punta a punta en 15 minutos y a pesar de las inundaciones y otras destrucciones sigue teniendo un trazo humano.  Sus habitantes , por supuesto, la suponen grandísima.  Al preguntarles por una dirección al otro lado de la ciudad te indican amablemente por donde seguir, incluso se bajan del coche si es necesario.  Al despedirse agregan “pero está muy lejos”.  La primera vez que escuché su amable epilogo me pregunté: “¿Entonces qué, no voy?” Hasta que de tanto perderme me acostumbré a la frase.  Sus gentilezas están vinculadas a una cultura ciudadana que asombra al chilango.


Zona dorada, Irapuato


 Al respecto me comentaba la jueza Karla Macías que a diferencia de Veracruz, (y del resto del país añado yo), la gente de los municipios cree en la policía, respeta a la autoridad, se queja de los abusos y levanta denuncias en los juzgados.  No me extraña su comentario, pues eso se percibe en las calles y en el andar despreocupado de los lugareños.  Pero sobretodo lo ví en una fábrica artesanal de mermeladas y fresas acaremaladas.  La guía y cocinera esperó nuestra llegada, por supuesto tarde; no se puso nerviosa frente a la marabunta que llegó bajo el lema de escritores fuereños.  Nos narró con detalles la manufactura de mermeladas, el chamoy de fresa y el proceso del acaramelado.  Aunque éramos más de los que cabíamos en su pequeño taller familiar nos explicó todo con paciencia.  Por supuesto que los visitantes aprovechamos la ocasión para llevar fresas y fresas y más fresas a nuestros terruños.


Inundación de Irapuato en 1973


Si me dejara llevar por mi experiencia en el taller familiar y la amabilidad de la gente, en general, podría pensar que es una ciudad muy provinciana sin embargo Irapuato es profundamente moderna.  Católica, sólo sus templos, iglesias y algunas casas, sobreviven al ímpetu transformador de Torres Landa.  Ese gobernador de los 60’s que, entre luces y sombras, esbozó con su “plan de abajo”, perdón de Guanajuato, la fisonomía y vitalidad actual del estado.  De hecho ese dinamismo, cruzado por tres importantes carreteras, permitió que una feria del libro infantil acogiera a noveles escritores de Morelia, Puebla, Guanajuato y el DF.  Parecía un Encuentro de poetas y narradores, más allá de los niños.

Zyanya, Jaime y Eduardo en Corralejo...
"Ya vamos llegando a Pénjamo, ya brillan allá sus cúpulas.
Que Corralejo parece un espejo, que lindo es Peeenjamo.  Mi lindo Pénjamo.
Sus torres cuatas, y dos alcayatas, prendidas al sol..." 

También pienso que se deben abrirse las fronteras para el libre tránsito de los seres humanos, tal como circulan las mercancías y los capitales.  Pues estoy convencida que somos de todas partes, que el origen es hacia donde vamos y no de donde venimos, y que sólo es perfecto aquel para quien el mundo entero, amado y asombroso, es como un país extranjero.




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