martes, 2 de abril de 2013

6.- Antología poética; Carlos & Zyanya


Los viajes son los viajeros. 
Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos.
Fernando Pessoa




Existen ciertos paradigmas de belleza y amor en la pubertad que por fortuna pasan como los granitos y las represiones.  Sin embargo nos trastocan y nos hacen infelices más allá de los 15 años.  Esos adolescentes, amados y deseados por todos, suelen dividirse en dos tipos.  Por un lado los deportistas o precoces que revelan en sus cuerpos las hormonas desatadas.  Por otro parte están los rítmicamente lánguidos.  Ellos cargan en su pequeñez, todavía infantil, un dolor adulto.  Como la herida suele ser más grande que sus cuerpos se acomoda en los pliegues de la mirada haciéndolos enigmáticos y voluptuosos a la vez.  De eso hablábamos Carlitos y yo al recordar, en nuestros tiempos adolescentes, los rostros amados.
  
Aquí dos poetas que no por adultos son menos enigmáticos y voluptuosos... que un adolescente lleno de telarañas.



Carlos Pellicer (1897-1977),
México
@CarlosAzar






DÚOS MARINOS


A Xavier Villaurrutia


El mar diurno en la sombra de sus naves.
El mar nocturno en el farol de proa.
El mar del día que voltea el día.
El mar de noche que el timón platea.
Los días en el mar nos siembran cielo.
Las olas diarias lían su fortuna.
El mar noche es la rana gigantesca:
croa gárgaras bruscas en las rocas.
El sol arquea peces voladores,
la luz a tiempo es flecha en tiempo claro.
El mar sabe su edad en pleno día.
En las noches marinas son morenos
los andantes espumas del pasado.
El mar de noche es de segunda mano.
El mar de día es toda la sandía,
la primera tajada es brisa y rosa,
barca lisa en el agua amanecida,
mano de siesta y agua presurosa.
La tinta de los pulpos deja a tientas
el mar que busca la puerta del baño.
La gran noche del mar es vida o muerte.
El mar se busca y se halla y grita y huye.
La sal huele a azúcar en manos mojadas
y el color es nada que nadie miró.
Cuando el mar nocturno, cuando el mar diurno
-¿las sombras desde cuándo?, ¿las luces cuándo?-
vira el viaje a las islas sorprendidas,
el ave del paraíso mueve su reflector
sobre la fiesta enorme de Oceanía.
El agua en la mañana
ciñe a los niños limpia resolana.

Las noches están llenas de piedras usadas.
El mar nocturno, el mar bajo de noche
cuyo viaje aplazó porque es de noche,
y en las noches el mar corre más riesgo.
El mar diurno entre azul y buenas noches
que se comió las perlas y se ríe
con las perlas que valen un gobierno.
El mar cuenta en las noches las ausencias,
su voz tiene una lágrima, otra lágrima.
Dos lágrimas tan juntas que parecen de dos.

Una cualquier mañana
de mar, volvieron los adioses.
Ni quien los despidiera, ni una ventana abierta.
¿Volvería a comprarlos el que ya los conoce?

Y el mar del día
se metía a caballo en las basílicas
de los cantiles vastos y tan altos
que el águila costera
escuchó los barriles del asalto
y preguntó a las nubes: ¿es o era?
Mar de noche, mar ciego, mar frío,
cuando los capitanes son más lúcidos
entre la borrachera de los barcos.

En una mano tengo el mar de noche.
En otra mano tengo el mar de día.
La angustia de estar solo un solo día
abre los ojos para mí en la noche.
El mar nocturno traigo en una mano.
Premio al número par deste mareo.
La voz a nado sube a su deseo.
El mar diurno en la palma de la mano.
Mar de día y de noche,
abierto de noche y de día,
de perfil y de frente,
sangre al costo, poema y poesía.

Carlos Pellicer


 







Porfirio Barba Jacobs (1843-1942),
Colombia
@ZyanyaMariana




CANCIÓN DE LA VIDA PROFUNDA

El hombre es una cosa vana, variable y ondeante...
MONTAIGNE


Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,
como las leves briznas al viento y al azar.
Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonríe.
La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar.

Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
como en abril el campo, que tiembla de pasión:
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,
el alma está brotando florestas de ilusión.

Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como la entraña obscura de oscuro pedernal:
la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,
en rútiles monedas tasando el Bien y el Mal.

Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos...
(¡niñez en el crepúsculo! ¡Lagunas de zafir!)
que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
y hasta las propias penas nos hacen sonreír.

Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,
que nos depara en vano su carne la mujer:
tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.

Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar.
El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos puede consolar.

Mas hay también ¡Oh Tierra! un día... un día... un día...
en que levamos anclas para jamás volver...
Un día en que discurren vientos ineluctables
¡un día en que ya nadie nos puede retener!

Porfirio Barba Jacobs


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