Cuando uno escribe, el lector es uno.
Jorge Luis Borges
Dicen, en las platicas de cantina o en los pasillos de las ferias del libro, que los novelistas sólo leen novelas, que los dramaturgos son empresarios de las letras, que la poesía nadie la lee ni siquiera los poetas y que el único escritor que no discrimina y lee de todo es el ensayista. Puede ser, sin embargo la poesía es la único que vuela.
Esta semana dos mexicanos Othón y Chumacero (¿Será por la decena trágica y la muerte de Madero?), hablando del amor y por supuesto del desamor.
ENVÍO
En tus aras quemé mi último
incienso
y deshojé mis postrimeras rosas.
Do se alzaban los templos de mis
diosas
ya sólo queda el arenal inmenso.
Quise entrar en tu alma, y qué
descenso,
¡qué andar por entre ruinas y entre
fosas!
¡A fuerza de pensar en tales cosas
me duele el pensamiento cuando
pienso!
¡Pasó...! ¿Qué resta ya de tanto y
tanto
deliquio? En ti ni la moral
dolencia,
ni el dejo impuro, ni el sabor del
llanto.
Y en mi ¡qué hondo y tremendo
cataclismo!
¡Qué sombra y qué pavor en la
conciencia,
y qué horrible disgusto de mi
mismo!
Manuel
José Othón
Alí Chumacero (1918-2010) México, Nayarit @Zyanyamariana |
Poema
de amorosa Raíz
Antes que el viento fuera mar
volcado,
que la noche se unciera su vestido
de luto
y que estrellas y luna fincaran
sobre el cielo
la albura de sus cuerpos.
Antes que luz, que sombra y que
montaña
miraran levantarse las almas de sus
cúspides;
primero que algo fuera flotando
bajo el aire;
tiempo antes que el principio.
Cuando aún no nacía la esperanza
ni vagaban los ángeles en su firme
blancura;
cuando el agua no estaba ni en la
ciencia de Dios;
antes, antes, muy antes.
Cuando aún no había flores en las
sendas
porque las sendas no eran ni las
flores estaban;
cuando azul no era el cielo ni
rojas las hormigas,
ya éramos tú y yo.
Ali
Chumacerro
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