lunes, 12 de noviembre de 2012

CONFERENCIAS 12; La República en la voz de sus poetas


ZyanyaM

Vuelvo a mi origen, voy hacia mi origen, no me espera
nadie allá, voy corriendo a la materna hondura
donde termina el hueso, me voy a mi semilla,
porque está escrito que esto se cumpla en las estrellas
Gonzalo Rojas



A Emilio Fuego, fundador del Encuentro en el país de las nubes


CONFERENCIAS 12; La República en la voz de sus poetas



La República en la voz de sus poetas
(Ponencia leída en el marco del XX Encuentro de Mujeres poetas en el país de las nubes, 
México noviembre y 2012)


El tema que nos convoca es la función de la poesía en tiempos de crisis.  Hoy que los mexicanos caminamos sobre la barbarie, 90 mil muertos según el periódico le Monde, la pregunta se impone ¿Para qué sirve el oficio del fracaso en tiempos aciagos?  Y es que la poesía no paga rentas ni mercado, no cocina y le quita tiempo al trabajo e incluso a la crianza ¿Por qué entonces aferrarse a un oficio tan inútil e impráctico?  La respuesta parecería simple y sin embargo sólo la repiten los viejos, los sabios y los textos: la poesía nombra y ordena el mundo, destruye lo tangible y permite que “lo desconocido” fluya.  Acaso sea locura...  Dicen que Lezama Lima decía que sólo existen dos tipos de poetas: el “tocado” y el erudito y que él, por supuesto, era un erudito.  Lo que no dijo el poeta cubano es que de los muchos poetas “tocados”, algunos grandes usan la palabra para romper el velo.  Ese himen invisible que separa la jornada prosaica de la espiritualidad cotidiana.   Estoy convencida, de hecho, que la poesía es una forma de conciencia: lo único que separa a los hombres y mujeres de los demás seres vivos del planeta. 




Pero repasemos un poco de historia, la Ilustración nos hizo mucho daño… de los mitos sólo quedaron patologías, de la sabiduría oral superticiones; de la Biblia, sórdidas historias y del México antiguo pobreza.  Lo divino y sus metáforas tuvieron que esconderse.  A veces se asoman en la literatura acusada de maldita o en la retórica; pero en general se aferran a la palabra vacía.  Lo curioso es que a pesar de su clandestinidad, o justamente por ella, lo divino reaparece en épocas convulsas.  Regresa como fogón que quema, forja y se va.  Regresa como agua que golpea.  Algunos lo llaman locura y enloquecen; otros como Sócrates y sus secuaces (yo incluida) simplemente se reivindican como nymphóleptos (Fedro): cautivos de las Ninfas.  El mismo Apolo sedujo y fue seducido al encontrarse con la Ninfa Telfusa que junto a la serpiente pitón cuidaban “una fuente de bellas aguas”. (Himno a Apolo) 
Los griegos identificaban este tipo de posesión, de fuerza incontrolable que descontrola, con las Ninfas.  Ellas no son jóvenes desnudas deseosas de sexualidad como el imaginario patriarcal lo ha difundido, son heraldos de una forma de conciencia, acaso una de las más antiguas y arriesgadas, vinculada a las energías primordiales donde también abreva la sexualidad. 




En lo alto del puerto… se encuentra una grata y sombría cueva/ consagrada a las ninfas que se denominan Náyades/ En su interior hállanse… manantiales de agua perenne, y dos accesos:// uno, hacia el norte, se destina como entrada a los mortales;// el otro, orientado al mediodía, se reserva a los dioses, y nunca por él penetran los hombres porque es el camino de los inmortales.[1]


Puentes entre lo divino y lo humano, entre lo mortal y lo eterno las ninfas pueden entregar voluntariamente su don líquido y fluido a hombres, mujeres y dioses.  De ahí que Nymphé signifique "muchacha preparada para casarse" (para enredarse con el otro) pero también " veneno de agua".  En un himno tardío a Apolo (Porfirio; La gruta de las Ninfas, Carta a Marcela), se habla de las aguas mentales, las Noeronhydáton espejo de agua.  Las Ninfas detentan esa “liquiditud espejeante” que pueden ofrecer voluntariamente, como lo hicieron con Apolo convirtiéndolo en Apolo Telfusio, pero que también sirve para engullir los espíritus frágiles. Narra Porfirio que un brazo de ninfa ceñía al amante de Heracles, Hilas, para besarlo al tiempo que lo sumergía en medio de un remolino.
 
Los regalos de los dioses o de las ninfas están envenados, advierten los mitógrafos pero ese arrobamiento al volverse de alguna manera cotidiano se instala en la mente para sostener la palabra.  Yo le llamo epifanías; llegan como un flujo de imágenes y sonidos que eliminan el protocolo, la liturgia y la vacuidad de los actos sin sentido.  Quizás por eso en tiempos de caos, cuando las creencias de una época o una familia se vulneran, nos permitimos el arrobamiento y lo seguimos y fluimos y entonces alegres llegamos hasta la desembocadura última y primordial como canta Gonzalo Rojas el poeta Chileno:  “Vuelvo a mi origen, voy hacia mi origen, no me espera/ nadie allá, voy corriendo a la materna hondura/ donde termina el hueso, me voy a mi semilla,/ porque está escrito que esto se cumpla en las estrellas"


Ánfora de Dipylon, detalle de la escena funeraria


¿Cómo puede ser que esa ola que parece ahogarnos pueda salvarnos?  ¿Cómo pueden hallarse juntos cháos y nómos? ( caos y ley), preguntó alguna vez Heidegger frente a la poseía de Hölderling.  ¿Cómo unir las grandes contradicciones del ser y la existencia si con las coyunturas, así sean electorales como la reciente en México, nos sentimos perdidos?  Me gusta pensar en Daksa y su madre.  Daksa es, en la India Védica, el ministro Supremo, la divinidad dedicada a las leyes.  Increíblemente para un occidental, u occidentalizado, Daksa es hijo y padre de Aditi la Diosa de lo Ilimitado.  Un hindú sabe que del caos fértil surgen las leyes y corrompidas regresan a él, a Aditi.  Ella, hija madre y caos espera nuestras elecciones y nuestras leyes y nuestro cambiante orden girando inconmovible alrededor de nosotros, por siempre. 

Adati, madre e hija de Daksa 
Las leyes corrompidas son ruinas que atajan, no permiten el avance que como piedras hermanas, por apego, no abandonamos en el camino.  Para deshacernos de ellas necesitamos una crisis, una oportunidad como definen los Chinos a los tiempos agrestes; por qué no decirlo un fuego líquido donado por las Ninfas.  Entonces en ese momento de posesión personal o social la palabra del poeta recupera la fuerza primigenia.  Canta y en el canto recuerda el viejo verso, el olvidado conjuro que separa las aguas de los cielos, hace la luz y organiza la materia. 

Fue así como Adán ordenó al mundo: lo nombró por orden de Yahvé.  Nombrar sin embargo también limita y encierra.  Pienso por ejemplo en las voces poeta y poetisa.  Cuando me preguntan acerca de mi oficio y escuchan: “escribo poesía”; el interlocutor exclama al instante: “una poetisa”.  A lo que respondo secamente (y los que me conocen saben la brusquedad implícita en el adverbio secamente). "No, poeta.”  ¿Acaso le decimos poetiso a Gorostiza, a Neruda o al grandísimo César Vallejo?  No, para ellos usamos el superlativo poetazos y nunca el diminutivo poetisos.  Y si algo necesita la República hoy son poetas, no poetisos.
La palabra poeta como su origen poiesis es andrógina.  Al igual que el caduceo de la medicina, las dos serpientes entrelazadas que convirtieran a Tiresias en andrógino y vidente, lo poeta cura.  El pequeño dios de Huidobro, a través de visiones y sonidos, funde en un solo flujo dos perspectivas aparentemente antagónicas: No hay hombre ni mujer, mal o bien, pasado o futuro, frívolo o profundo en un poema; no hay juicio sólo vislumbres de "lo hermoso que esconde lo terrible", canta Rilke en Elegías del Duino[2], y saben los dioses cuantas veces lo he parafraseado.   



La poeta chihuahuense Carmen Amato y Zyanya Mariana


Juego de paradojas y espejos, el escritor si no es pionero de su tiempo no resiste el juicio de utilidad social ni tampoco el del tiempo, si no es brutalmente local no puede aspirar a la universalidad y si no toca la muerte tampoco puede delinear la vida.  Y es que el poeta, -más allá del místico, el metafísico o el iluminado-,  nos recuerda que no somos de donde venimos sino a donde vamos.  Eh ahí la belleza del Quijote.  Cervantes narra el camino del regreso, transitándolo.
Zyanya Mariana



*Ponencia leída en el marco; LA REPUBLICA EN LA VOZ DE SU POETAS,
XX Encuentro Mujeres poetas en el país de las nubes,
Centro histórico ciudad de México Noviembre y 2012








[1] En lo alto del puerto se alza un frondoso olivo/ y a su lado se encuentra una grata y sombría cueva/ consagrada a las ninfas que se denominan Náyades/ En su interior hállanse también cráteras y ánforas/ de piedra en las que las abejas fabrican sus panales/ y también pétreos telares de grandes dimensiones donde las ninfas/ tejen sus mantos coloreados de púrpura marina, encanto visual/ Igualmente, manantiales de agua perenne, y dos accesos:/ uno, hacia el norte, se destina como entrada a los mortales;/ el otro, orientado al mediodía, se reserva a los dioses, y nunca por él/ penetran los hombres porque es el camino de los inmortales.  Así inicia el Himno de Porfirio, enumerando puros elementos que juegan con lo eterno y lo mortal N.A.

[2] Pues lo hermoso no es otra cosa que el comienzo de lo terrible en un grado que todavía podemos soportar. R.M- Rilke Elegías de Duino.

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